Hay momentos en que hacemos cosas y tomamos decisiones sin pensar, pero sintiéndolas.
A veces son las determinaciones más profundas en el camino que se toma.
Eso me pasó cuando decidí estudiar periodismo hace 33 años. Siempre supe que debía ser un puente. Para algo. No tenía claro para quiénes. Luego vino trasladarme desde Santiago de Chile, a Puerto Montt, en la Región de Los Lagos, parte de la Patagonia Norte de Chile.
Fue una decisión familiar, que me colocó en un lugar muy especial. Donde el país cambia en su geografía. Donde el mar se transforma en la principal carretera, donde el verde de la naturaleza, de las islas, del aire, de la identidad marítima y de la presencia de la cultura ancestral y la influencia española que estaban en las cocinas a leña. Aunque las familias no lo supieran, eran embajadores de esas tradiciones.
Me encantaban las casas con tejuelas y sin rejas. Salir de casa y mirar el horizonte con el mar como infinito…..y ahí me quedé, enamorada de ese contexto natural, de los sabores y de lo que para muchos eran tan normal, para mí fue la llave de la puerta a un mundo. Mi mundo hasta hoy y en el que creo que moriré haciendo lo que me inspira.
Porque siendo una persona con inteligencia normal que tuvo que estudiar para aprender lo que salió sabiendo como periodista, tuve la oportunidad puesta por Dios, o como quieras llamarle si eres agnóstico o cercano a ser naturalista, de vivir lo que me permite decir hoy que han pasado casi 30 años desde que el mar me hipnotizó, que el turismo es lo mío a la hora de hablar de periodismo, de comunicación, y de legado.
Sí, porque ya pasé los cincuenta años de edad y como dijo una muy buena amiga, si coloco una cinta métrica para medir el tiempo que me queda en promedio de vida en este mundo, ya pasé más de la mitad. Y quiero hacer lo que me gusta, y acompañar a quienes puedo aportar desde lo que sé hacer, para que el turismo sea no sólo una actividad económica que les ayude a tener rentabilidad y mejorar su calidad de vida. Quiero también ver sus rostros sonrientes porque detrás de cada negocio, de cada emprendimiento, de cada viajero, hay una historia de esfuerzo, de ilusiones, de singularidad que transforma vidas.
Por eso soy periodista especializada en turismo. Porque la única, la única actividad que nos hace mejores personas es el turismo. Porque la hospitalidad es sinónimo de encuentros humanos y el dinero que llega cuando hay una transacción comercial turística, es un salario emocional, que da el broche perfecto a un proceso en que el turista y quien le vende la experiencia que decide comprar, resulta de la felicidad de sentirte pleno porque transfieres una historia, una cultura, ese algo que debes vivir y que te hace sentir bien.
En un mundo donde la pauta noticiosa y lo normalizado es el estrés, la competencia desenfrenada sin empatía, y la intervención humana en primera línea por sobre volver a lo esencial, el turismo es un instrumento de paz, transversal por sobre las ideologías y las creencias, te da tranquilidad, bienestar, seguridad, alegría y reconoce el valor de lo pequeño, de los sencillo, de loa auténtico y lo puedo mostrar al mundo, en especial a aquellas personas que no pueden viajar, y para las que buscan viajar a lugares, con la certeza de que lo que les dicen es efectivamente así como se cuenta.
Entonces, es donde quiero estar y comunicar. J
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